Cuando le preguntamos a FitzGerald por su vuelo a las Malvinas creímos que Monte Grande pasaría a segundo plano. Sin embargo, desde que empezó a contar la aventura las referencias a la ciudad no faltaron. “El tema Malvinas se origina… –dijo FitzGerald mientras recordaba- en realidad en el Aeródromo de Monte grande siempre jodian que querían hacer un vuelo a las Malvinas”. Desde Siro hasta los pilotos que pasaban por ahí (incluso un ingles de nombre Fenton, dueño de una estancia en Monte Dinero, radiofaro que se encuentra en la entrada al Estrecho de Magallanes y que frecuentaba la ciudad para hacer el service a su Cessna), todos estaban contagiados de esa idea que mas parecía una gracia, una travesura, que una propuesta seria.
No era nuevo para nadie. Incluso se podía decir que era una revancha: en el Aeródromo la idea había tomado forma muchos años antes pero había fracasado. Ocurrió en el año 52 cuando Aldo Comi, junto con Cesar Álvarez, instructor de vuelo del Aeródromo partieron desde Río Grande con plan de vuelo a Ushuaia. Una vez en el aire anunciaron que cancelaban el plan de vuelo presentado y que se dirigían a las Malvinas. Pero no tuvieron suerte. Al poco tiempo de salir el flap on se empezó a venir abajo y no fue posible continuar. Perdieron de vista las islas y luego de siete horas de vuelo aterrizaron en Comodoro Rivadavia. Habían provocado un verdadero alboroto: muchísimos telegramas llegaban con la orden de frenar el avión y detener a los pilotos. Sin embargo el Comisario de Comodoro sintió vergüenza de meterlos presos y solo los vigiló en el hotel donde se alojaban. No fueron autorizados a continuar vuelo hacia Monte Grande, por lo que tuvieron que volver acompañados por un piloto de Piedras Cavadas, una estación ya desaparecida. Aldo y Cesar fueron sumariados y recibieron como sanción un año de suspensión para volar.
Mas allá de ser una idea recurrente entre los pilotos que frecuentaban Monte Grande, pocos sabían acerca de la realización del vuelo. Los técnicos del Aeródromo comenzaron las modificaciones al Cessna 185 llamado por FitzGerald “Luis Vernet” –hoy en actividad en el Aeroclub de Bahía Blanca- y en los talleres de nuestra ciudad empezó a tomar forma la hazaña. Horacio Franco era uno de los pocos que sabia y fue quien agregó los tanques de combustible con una capacidad total de 200 litros. Roldan, dueño del taller, y el resto de los mecánicos que trabajaban en el Cessna suponían que se venia un viaje largo, pero no sospechaban que Miguel había tomado la determinación de ir a las islas. El radiotécnico llamado Quintana coloco una Radio HF de larga distancia en el asiento del copiloto. Completó la modificación una bomba eléctrica que se utilizaban para traer los aviones de la fábrica.
El día elegido no fue casual: el 8 de septiembre se trataba en la ONU el problema de las colonias en el mundo, entre las cuales estaba agendada la cuestión Malvinas y casualmente era el cumpleaños de FitzGerald. Los medios estaban enterados. Crónica, diario para el que trabajaba Miguel, tenia la primicia y había ofrecido costear el viaje, si aceptaba llevar un fotógrafo. Pero se negó. Siempre le gusto viajar solo.
Con todo listo partió del Aeródromo el 6 de septiembre con destino Trelew. Volvió a Puerto Madryn para dormir (estaba prohibido volar monomotores de noche). Salió temprano hacia Río Gallegos, haciendo una pequeña escala en Pico Truncado para arreglar un cable que molestaba. Paso la noche en la capital de Santa Cruz y en la mañana del 8 armó la bandera y salio con destino a las Malvinas. El resto ya se conoce: aterrizo, colgó una bandera, le entregó a un kelper que se acerco a preguntarle si necesitaba combustible una proclama de reivindicación sobre las islas y decoló apenas unos minutos despues de haber aterrizado. Tuvo el efecto esperado: en la ONU la delegación británica que se quejó de la actitud del piloto, pero la delegación argentina se desvinculo diciendo que no pertenecía al gobierno, que era un acto independiente.
Volvió a Río Gallegos donde lo esperaba toda la prensa de Buenos Aires que allí se encontraba, siguiendo las idas y venidas del gobernador y sus disputas con la legislatura. Ese hecho ayudo a que los medios cubrieran la nota y le dio a Miguel la fama que necesitaba para cubrirse de posibles sanciones. Se fue de Santa Cruz el 9 hacia Bahía Blanca, donde pasó la noche. Partió nuevamente e hizo una escala en Azul, donde el gobierno local, perteneciente al partido radical le hizo una ofrenda de flores que rechazó porque era “una causa nacional no radical ni peronista” y continuó viaje hacia Capital. En el Aeroparque lo esperaba la gente del grupo Tacuara en un jeep, en el cual se encontraba su viejo instructor de vuelo, Germanó y lo llevaron por el centro como si fuera un héroe. Lo dejaron en la puerta del diario Crónica mientras disfrutaba su hazaña.
La publicidad ayudo bastante. Le habían puesto una sanción que podía cambiar por una fianza. Sin embargo debido a que era el primer sumario que tenía lo redujeron a un apercibimiento. Al poco tiempo el presidente Illia consideró el caso y quitó esa sanción dejando limpio el prontuario de FitzGerald. Tiempo después, en el año 66, por el Operativo Cóndor un grupo de jóvenes peronistas secuestraron un avión de Aerolíneas Argentinas y lo desviaron hacia las Malvinas. En los días previos FitzGerald recibió muchas visitas del grupo que querían obtener información pero él les avisó “allá rige la horca si llegan a joder, si se quieren arriesgar”. Entre los pasajeros del DC-4 secuestrado estaba Héctor García –a quien Miguel llama “el great comander”- jefe de redacción del diario Crónica y con quien FitzGerald haría su menos exitoso segundo viaje a las Malvinas en el que terminarían detenidos. Pero esa es otra historia que poco tiene que ver con nuestra ciudad.
Esta es la extensa charla que tuvimos con Miguel FitzGerald, un hombre de personalidad y vida interesante. Ni mas ni menos, un heroé.
Realmente me emocionó leer esto ya que soy hijo de Cesar Alvarez, un tipo como pocos, y de muy chiquito conoci a Siro Comi con quien papá trabajó mucho tiempo yendo a buscar los Cessna a la fabrica en Wichita Texas, no puedo olvidar como esperaba su regreso con los jeans Lee, que acá no existían y los chicles bazooka, y mi hermana esperando los conjuntos de Banlon. Durante una época papá vivió en el aeródromo de Monte Grande donde varias veces fui a visitarlo. Hermoso recuerdos
ResponderEliminar¿Habrá alguna forma de comunicarse con vos?
Eliminarmi telefono es 4431 5711 despues de las 20 horas
EliminarMuy buena nota , lastima no poder escuchar el audio de la entrevista, yo lo conoci en Villa Mercedes, San Luis donde tenia familiares.-
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