Corría mayo de 1983 y en Monte Grande no estaba muy claro quienes iban a ser los candidatos a ocupar el principal cargo en la comuna; se hablaba de Oscar “Chango” Blanco por el peronismo. Nadie quería ser el candidato del radicalismo, porque, equivocadamente, esperaban la derrota y no querían quemarse.
Por eso, todavía los partidos políticos no habían comenzado las guerras de carteles, pintadas y volantes que caracterizan a una etapa preelectoral.
Fue entonces que le comenté a Alfredo:
- ¿Qué te parece si nosotros presentamos algún candidato a Intendente?
- Pero ¿Por qué partido? ¿Te proponés fundar uno? ¿Y a quien podemos postular? Ninguno de nosotros tiene la edad mínima para el cargo.
- Eso no importa
- ¿No importa?
- Lo que quiero decir es que estaría bueno inventar un candidato, alguien ficticio, que no exista. Luego saldríamos a hacer campaña, pegar afiches, enviar comunicaciones a los diarios, no sé, lo que se nos ocurra.
La idea sonaba descabellada y por eso no dudamos en adoptarla. Lacho, Víctor y Jorge, enterados, adhirieron de inmediato.
El nombre fue cosa sencilla: Alguien dijo Rodrigo y como apellido nos gustó Peremateu, en homenaje a aquel recio marcador de punta, que brillara en San Martín de Tucumán y en Platense durante la década del setenta. Bueno, en realidad no sé si brilló tanto; por eso confiamos en que nadie lo recordara.
¿La ideología? Ambigua, como se estila: bastaría con hablar de la democracia, de los más necesitados, de la falta de trabajo y la crisis a la que nos han arrastrado sucesivas administraciones ineficientes, cuando no corruptas.
¿La cara? Un viejo recorte de la revista “Goles” mostraba a Antonio Ríos Seoane, presidente del Deportivo Español, sentado, con expresión circunspecta. Debajo de la foto, la sabia frase “Debemos trabajar unidos”. Lo elegimos sin dudar, pues era todo un llamado a la concordia en los tiempos, de heridas abiertas, que corrían y porque nadie reconocería esa cara.
Nuestra agrupación, por iniciativa de Jorge, se llamaría Movimiento Demócrata Vecinal y el mismo Jorge diseño un bonito logotipo.
Así las cosas, hicimos la primera tanda de afiches, que luego engalanarían las paredes de nuestra ciudad. Para eso, un amigo, residente en Capital, vino expresamente hasta el comercio encargado de ese trabajo, no había que dejar pistas.
En aquella época, las computadoras hogareñas estaban en pañales y tuvimos que hacer el afiche a mano, para luego recurrir a la fotoduplicación. Si esto se nos hubiera ocurrido ahora, supongo que crearíamos, en casa, hasta un videoclip de Peremateu cantando “Los Caminos de la vida”, junto a Vicentico.
“Sin democracia no hay pan, paz, trabajo ni libertad” Rezaba, enfático, el cartel, transcribiendo unas declaraciones que Peremateu había formulado recientemente a “El Cronista Sureño”, sin dudas un prestigioso diario local, si hubiera existido.
Para trabajar tranquilos, la pegatina de afiches debería ser de madrugada, un día de semana. Víctor, Alfredo, Lacho y yo, conscientes de nuestro deber cívico, nos levantamos antes de las cuatro y a esa hora nos encontramos, con los carteles, un tarro de engrudo y un grueso pincel, en la esquina de Alem y Ameghino.
Colocamos más de cien carteles, tamaño oficio, apaisado. No eran, por supuesto, muy grandes, pero nos favoreció inmensamente el hecho de ser los primeros en hacerlo.
Días después, comenzamos a enviar comunicados a “
La primera etapa estaba cumplida. No digo que éramos el tema excluyente, pero unas cuantas personas ya conocían al candidato.
->-- Sí, es de Spegazzini, yo lo conozco – Dijo alguien
- ¡- Habla de paz, pan, trabajo! ¡Comunista, ese tipo es comunista” dijo otro.
No parábamos de reír.
Luego, por sugerencia de mi padre, denunciamos una campaña en contra, que seguramente perseguía fines inconfesables. Para eso, el Dr. Peremateu en persona, por decirlo de alguna manera, envió sendas comunicaciones a “
Demás está decir que ambas cartas fueron publicadas y conservo los ejemplares por si alguien no me cree.
Acorde con ello, tuvimos la precaución de adicionar, con grueso fibrón negro, a los próximos afiches, inclusive antes de haberlos pegado, expresiones tales como “CORNUDO” o “NAZI.” Recuerdo, además, haber pintado a la foto un bigotito recortado, similar al que usaba Hitler. Luego, siempre de madrugada, los colocábamos en lugares visibles.
Durante los meses siguientes, la actividad de los partidos en serio, si se me permite la expresión, comenzó a incrementarse y, realmente, no hubo más lugar físico para nuestras humildes pegatinas.
Todos olvidamos a Peremateu muy pronto.
Pero a partir de ese momento, me tiro al suelo de la risa y me revuelco, cada vez que escucho:
“- ¡Lo que te digo es verdad, lo leí en el diario esta mañana!”
Carlos G. Farina, "Crónicas Montegrandeses"
¡Genial! pero, si me permite, es lo mismo que se sigue haciendo hasta nuestros días.
ResponderEliminarUn gobierno en ejercicio puede omitir proyectos y exhibir hechos, pero la oposición... ¿que propone?
Si las banderas del comunismo son: pan, paz y trabajo, ¿las de los conservadores son: hambre, guerra y desempleo?
(¡Huy!, creo que dije algo peligroso).
el engaño es culpa de todos, todos formamos parte...
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