miércoles, 16 de diciembre de 2009
"Espejo" el gran diario argentino
(si, si, es para vos...)
domingo, 8 de noviembre de 2009
Los medios de comunicación
Nº 2239 » Junio 1999
Escribir sin repetirse y sin caer en la fácil polémica sobre los medios de comunicación social y su relación con la persona, la sociedad, la cultura y sus valores, no es tarea fácil. Conscientes tanto de la permanente necesidad del análisis como del peligro de las generalizaciones y demonizaciones que abundan en las críticas apocalípticas sobre el tema, sin embargo lo intentamos.
Decir –como afirman muchos intelectuales contemporáneos– que en este fin de siglo la cultura y la vida social se han visto fuertemente marcadas por los medios, es reconocer sólo un aspecto de la verdad, por cuanto también los medios forman parte de la cultura (para bien o para mal) y reflejan de alguna manera la misma vida social. Quizá haya que indagar más en la interrelación que se establece entre sociedad y medios.
En cuanto al fenómeno de la información, es de subrayar una tendencia a la hibridez de los géneros. Hace unos años la televisión, por ejemplo, ofrecía por una parte noticias y por otro entretenimientos. Hoy se habla de info-entretenimiento: un cruce indefinido entre información de la realidad y ficción. Los programas de información toman retóricas de la ficción, se "novelizan". La ficción (las telenovelas) se sirve de contenidos y referentes de la actualidad: personas, situaciones, problemas de lo cotidiano real. ¿Qué pasa en una sociedad con géneros equivocados? ¿Cómo se ve la política, la economía, la problemática social?
En efecto, hoy se lee poco y cada vez pareciera interesar menos cierto tipo de información. Se privilegian las que han dado en llamarse "secciones blandas" (información general, salud, vida cotidiana, policiales, deportes, anécdotas) frente a las tradicionales "secciones duras" (política, internacionales, economía) que exigen análisis y capacidad de abstracción. En este sentido, una vez más, se confirma la tendencia hacia una percepción más afectiva o sentimental que racional.
Conviene observar además que muchas veces la política y la economía se han tornado para el hombre común, especialmente para los jóvenes, realidades "opacas". La caída de los bloques este-oeste, de las ideologías y de los "grandes relatos" ha creado una extraña sensación de orfandad y sin sentido.
¿Cómo es que hay guerra en Kosovo, si ya habíamos convenido en que toda guerra es absurda? ¿Por qué Occidente bombardea? ¿Qué pasa? En nuestro país, la Alianza apoya el tan mentado modelo económico y Duhalde se presenta como la oposición a Menem. No es casual la perplejidad de la gente.
Ante este contexto que hemos llamado "duro", donde la interpretación es difícil, pareciera verse más clara y transparente la realidad cotidiana, lo "blando". Todos sabemos que hay asaltos y que eso está mal: reclamamos seguridad. Con facilidad, realidad y medios de comunicación se confunden hasta constituir un círculo vicioso: la comunicación exacerba los temas y las preocupaciones cotidianas, y éstos son la noticia esperada o buscada. El constante crecimiento de la deuda externa, en cambio, sería un tema casi incomprensible en esta galaxia "blanda".
* * *
Conviene diferenciar siempre entre medios escritos, orales y televisivos. Los primeros apelan mucho más claramente a la comprensión racional, al análisis crítico, a un cierto ejercicio de la responsabilidad. El reino de la imagen es dominado por lo emocional.
Vivimos en un mundo de gran tecnología puesta al servicio de la comunicación, bombardeados de noticias y, al mismo tiempo, desinformados y confusos.
Nadie duda de que una mayor información y variedad de fuentes pueden ser garantía de libertad y de pluralidad. Pero también es cierto que muchas personas se demuestran incapaces a la hora de jerarquizar la información y de diferenciar entre grandes acontecimientos y meras anécdotas, incluso de distinguir entre realidad y ficción.
La excesiva e inclasificada información, el constante ofrecimiento de sonidos e imágenes parecieran robarnos los espacios de discernimiento interior y la misma capacidad de evaluación. A veces son tantas las denuncias de corrupción, en seguida abandonadas ante nuevas denuncias, que terminan por desinteresarnos o por hacernos creer que todo es lo mismo, cuando no todo lo es. No todos son corruptos. No todos los corruptos son igualmente corruptos. No advertir estas diferencias es renunciar a comprender y a poder actuar con justicia y eficacia.
Por otra parte, si los medios ponen exagerado énfasis en las denuncias de corrupción generalizada, olvidando que también existen buenas noticias, pueden terminar dándole una suerte de "legitimación pública" a lo que está mal.
Si lo cotidiano de la información nos roba también el espacio de las relaciones humanas, de la reflexión, de la meditación, del estudio, de las disciplinas de la mente y del espíritu, hemos perdido el rumbo. Es mejor practicar un deporte que ver infinidad de programas deportivos.
Excursus sobre la TV
Que la televisión invadió nuestros hogares y nuestra privacidad casi sin pudor es una verdad demasiado clara como para tener que explicarla ahora. Acaso no haya paradoja más cruel que la imagen de una familia comiendo en silencio frente al aparato encendido. Un medio de comunicación que crea incomunicación y nos llena de ruidos la vida.
Si bien en los medios escritos y radiales siempre hay que diferenciar entre programas que valen y que no valen, entre periodistas responsables y otros que no lo son, entre los que comunican y los que charlan, en el ámbito de la televisión la tarea de poder señalar lo que vale es más ardua, cuando no una mera ilusión.
Decenas de canales de cable se suman a los ya desprestigiados canales abiertos para ofrecer mucho ruido y pocas nueces. La violencia de ciertas imágenes, la acostumbrada superficialidad en el trato de todo tipo de temas, la frecuente falta de respeto por la persona, la generalizada ausencia de estética y de propuestas creativas, no pueden menos que preocuparnos.
Sabemos demasiado bien que este tipo de procesos difícilmente vuelve atrás y que no es fácil corregir las tendencias para mejorar la programación. Pero tampoco podemos dejar de anotar la gravedad de lo que acontece. La televisión es una maestra de virtualidad que muchas veces paraliza la acción.
El creciente afán de lucro (léase rating) tiene su propia y enfermiza lógica.
La cenicienta poderosa
En los análisis sobre medios de comunicación a menudo se olvida a la radio, que cada día cuenta con millones de oyentes: gracias a los programas matutinos de información, porque acompaña en el coche o en ciertas actividades, por la música que ofrece, por la presencia nocturna.
La radio tiene una inmediatez, a la hora de informar, que la televisión le envidia.
Pero tampoco es fácil hablar 24 horas diarias sin decir tonteras. Estar callado, diría Groucho Marx, es la mejor manera de que crean que somos inteligentes. Y, aunque sospechen que no, mejor no hablar –seguiría Groucho– al menos para no darles la razón.
La responsabilidad de la palabra es muy alta porque puede ser tanto benéfica como perversa su acción. Conviene recordar esta responsabilidad, porque las palabras dichas en público son como desplumar una gallina en el campanario de la iglesia –ahora el dicho es del cura de Ars–: de no ser ciertas, ¿cómo recogerlas luego?
Hasta la mentira más evidente, si se la repite puede llegar a convencer.
La comunicación horizontal
La creciente difusión de internet constituye en sí misma un nuevo fenómeno de información y comunicación. Por primera vez, en gran escala, se establece un ida y vuelta, se desverticaliza la comunicación, con una tecnología que se ofrece a bajos costos.
Todo un universo se asoma detrás de internet, que parece no tener límites ni fronteras: para muchos se trata de la gran revolución democrática en las comunicaciones.
No pocos sociólogos, sin embargo, advierten sobre la brecha que se abre entre los "info-ricos" y los "info-pobres": los separa una distancia sideral.
Si bien el caudal de información que se ofrece por internet es enorme y a veces puede resultar caótico, es cierto también que estamos frente a una vuelta de página en la historia de la comunicación. Necesitamos de una educación específica que nos capacite para poder ordenar y jerarquizar. En este sentido, el mundo de internet puede ser comparado a una gran ciudad ante los ojos de un niño. De la mano del padre, podrá recorrer las calles y plazas, conocer sus monumentos y edificios más emblemáticos. Es evidente la necesidad de guías y métodos para aprovechar con beneficio tanta información.
* * *
Ciñéndonos a la Argentina, ¿es ingenuo reclamar que en el ámbito de la información y de la opinión se hable o se escriba de lo que realmente se sabe? ¿Que se vuelva a practicar ese noble género de la entrevista, al que García Márquez define como el periodismo más difícil? ¿Que el periodista desempeñe el rol humilde de dar espacio y voz a quienes considera más autorizados que él?
¿Es imposible imaginar que los medios sean medios y no fines? ¿O que un gerente o dueño de algún medio de comunicación masivo se atreva a asumir el riesgo de una propuesta de calidad cultural o artística, aunque sea menos redituable económicamente? Los medios masivos son empresas, es lógico que ganen dinero, ¿pero han de buscar sólo eso?
Aquí, como en otros temas, ¿cuál es la responsabilidad del Estado y de otras instituciones como productores de cultura en los medios? ¿No debería haber órganos de control representativos de la sociedad y leyes que limiten la concentración monopólica de medios?
En tiempos pasados, para el hombre común, todo lo que estaba en letra de molde era sospechado de verdadero. Hoy, ¿no es imaginable un pueblo menos crédulo que piense que también ocurren cosas que no están en los medios?
Vano sería esperar respuestas definitorias y prontas a tantas preguntas, pero acaso la presencia de los interrogantes pueda orientar hacia la responsabilidad y la creatividad a la hora de informar y comunicar.
José Maria Poirier
miércoles, 27 de mayo de 2009
El candidato
Corría mayo de 1983 y en Monte Grande no estaba muy claro quienes iban a ser los candidatos a ocupar el principal cargo en la comuna; se hablaba de Oscar “Chango” Blanco por el peronismo. Nadie quería ser el candidato del radicalismo, porque, equivocadamente, esperaban la derrota y no querían quemarse.
Por eso, todavía los partidos políticos no habían comenzado las guerras de carteles, pintadas y volantes que caracterizan a una etapa preelectoral.
Fue entonces que le comenté a Alfredo:
- ¿Qué te parece si nosotros presentamos algún candidato a Intendente?
- Pero ¿Por qué partido? ¿Te proponés fundar uno? ¿Y a quien podemos postular? Ninguno de nosotros tiene la edad mínima para el cargo.
- Eso no importa
- ¿No importa?
- Lo que quiero decir es que estaría bueno inventar un candidato, alguien ficticio, que no exista. Luego saldríamos a hacer campaña, pegar afiches, enviar comunicaciones a los diarios, no sé, lo que se nos ocurra.
La idea sonaba descabellada y por eso no dudamos en adoptarla. Lacho, Víctor y Jorge, enterados, adhirieron de inmediato.
El nombre fue cosa sencilla: Alguien dijo Rodrigo y como apellido nos gustó Peremateu, en homenaje a aquel recio marcador de punta, que brillara en San Martín de Tucumán y en Platense durante la década del setenta. Bueno, en realidad no sé si brilló tanto; por eso confiamos en que nadie lo recordara.
¿La ideología? Ambigua, como se estila: bastaría con hablar de la democracia, de los más necesitados, de la falta de trabajo y la crisis a la que nos han arrastrado sucesivas administraciones ineficientes, cuando no corruptas.
¿La cara? Un viejo recorte de la revista “Goles” mostraba a Antonio Ríos Seoane, presidente del Deportivo Español, sentado, con expresión circunspecta. Debajo de la foto, la sabia frase “Debemos trabajar unidos”. Lo elegimos sin dudar, pues era todo un llamado a la concordia en los tiempos, de heridas abiertas, que corrían y porque nadie reconocería esa cara.
Nuestra agrupación, por iniciativa de Jorge, se llamaría Movimiento Demócrata Vecinal y el mismo Jorge diseño un bonito logotipo.
Así las cosas, hicimos la primera tanda de afiches, que luego engalanarían las paredes de nuestra ciudad. Para eso, un amigo, residente en Capital, vino expresamente hasta el comercio encargado de ese trabajo, no había que dejar pistas.
En aquella época, las computadoras hogareñas estaban en pañales y tuvimos que hacer el afiche a mano, para luego recurrir a la fotoduplicación. Si esto se nos hubiera ocurrido ahora, supongo que crearíamos, en casa, hasta un videoclip de Peremateu cantando “Los Caminos de la vida”, junto a Vicentico.
“Sin democracia no hay pan, paz, trabajo ni libertad” Rezaba, enfático, el cartel, transcribiendo unas declaraciones que Peremateu había formulado recientemente a “El Cronista Sureño”, sin dudas un prestigioso diario local, si hubiera existido.
Para trabajar tranquilos, la pegatina de afiches debería ser de madrugada, un día de semana. Víctor, Alfredo, Lacho y yo, conscientes de nuestro deber cívico, nos levantamos antes de las cuatro y a esa hora nos encontramos, con los carteles, un tarro de engrudo y un grueso pincel, en la esquina de Alem y Ameghino.
Colocamos más de cien carteles, tamaño oficio, apaisado. No eran, por supuesto, muy grandes, pero nos favoreció inmensamente el hecho de ser los primeros en hacerlo.
Días después, comenzamos a enviar comunicados a “
La primera etapa estaba cumplida. No digo que éramos el tema excluyente, pero unas cuantas personas ya conocían al candidato.
->-- Sí, es de Spegazzini, yo lo conozco – Dijo alguien
- ¡- Habla de paz, pan, trabajo! ¡Comunista, ese tipo es comunista” dijo otro.
No parábamos de reír.
Luego, por sugerencia de mi padre, denunciamos una campaña en contra, que seguramente perseguía fines inconfesables. Para eso, el Dr. Peremateu en persona, por decirlo de alguna manera, envió sendas comunicaciones a “
Demás está decir que ambas cartas fueron publicadas y conservo los ejemplares por si alguien no me cree.
Acorde con ello, tuvimos la precaución de adicionar, con grueso fibrón negro, a los próximos afiches, inclusive antes de haberlos pegado, expresiones tales como “CORNUDO” o “NAZI.” Recuerdo, además, haber pintado a la foto un bigotito recortado, similar al que usaba Hitler. Luego, siempre de madrugada, los colocábamos en lugares visibles.
Durante los meses siguientes, la actividad de los partidos en serio, si se me permite la expresión, comenzó a incrementarse y, realmente, no hubo más lugar físico para nuestras humildes pegatinas.
Todos olvidamos a Peremateu muy pronto.
Pero a partir de ese momento, me tiro al suelo de la risa y me revuelco, cada vez que escucho:
“- ¡Lo que te digo es verdad, lo leí en el diario esta mañana!”
Carlos G. Farina, "Crónicas Montegrandeses"